Desde que los españoles pisaron América, comienza la historia de nuestro dialecto, ellos traían consigo una lengua ya maquinada desde el Imperio romano, y con muchos aspectos que ganaron al conocer la cultura árabe. Pero no es hasta el encuentro de dos mundos, que los matices indígenas dan los primeros indicios de lo que será el español de América. En nuestro caso particular, los rasgos fundamentales de la conformación dialectal de la lengua española en Chile se basan esencialmente, en aquellos que han delimitado la variedad andaluza, tal como lo ratifica Enguita (1992). Pero Junto con la preponderancia que el contingente andaluz tiene en el panorama social chileno desde el siglo XVI hasta finales del XVII, también encontraremos rasgos propios de su hablar en la modalidad nacional.
Puede parecer evidente, que así como el pueblo mapuche se resistió a la conquista, el mapudungun también dejó un poco de lo suyo en la lengua que se venía para los tiempos de la Colonia. Sin embargo, no sólo él, si no también la tenacidad de la lengua nahualt, el quechua y tantas otras, se presentan hoy en día como parte cotidiana de habla diaria.
La pronunciación característica del dialecto chileno se da por herencia andaluz, con el cual compartimos, en cuanto a sistema, prácticamente todo, pero a su vez, debemos considerar que presentamos un vocabulario básico fundamental, que es el patrimonial. En el plano fónico solo diferimos por carecer de dos fonemas: totalmente, del que representamos con la letra “z”, y casi totalmente, del que representamos con la letra “ll”; el primero sustituido por /s/, y el segundo por /y/. Se trata de los fenómenos conocidos como ‘seseo’ y ‘yeísmo’. En el texto “El español de América” se explica la expansión del seseo en chile y en el resto de Hispanoamérica, como resultado de una diferenciación de los criollos frente a los colonos, dándole una importancia individualista y de una cultura propia. La aparición, progreso y generalización del seseo están íntimamente relacionados con la nueva índole, cultural e individual, de los colonos y conquistadores españoles y de los primeros criollos, y con las nuevas condiciones de su vida social.
Pero finalmente, como empleamos la ortografía de la Real Academia Española, conservamos los grafemas “z” y “ll”, independientemente de su pronunciación. Desde nuestra independencia solo se ha observado un aumento paulatino del yeísmo, ya que con respecto seseo, se observa una pérdida cada vez mayor de la ese al final de las sílabas (aspiración) y la aparición de una variante del fonema que representamos con la letra “ch”, pronunciada más o menos como la “sh”. Así también encontramos en el lenguaje coloquial que una "d" intervocálica se reemplaza por una fricativa dental sonora, rasgo difundido por varios sectores latinoamericanos y transmitidos desde varias regiones españolas.
Según Rabanales (2000) el sistema, es la unidad de la lengua, y es casi el mismo para todo el mundo hispánico. Las discrepancias en el habla están a nivel de la norma, esto es, en la realización condicionada por diversos factores del sistema. Estos factores pueden ser el tiempo y la ubicación en que se produce el habla, la generación, sexo y nivel sociocultural del hablante, la actitud adoptada, etc.
Nuestra capital, al ser el lugar más importante de nuestro país, ha actuado como un centro homogeneizador del habla, expandiendo de esta manera toda la cultura. Pero observamos que se produce inevitablemente una variación regional, por lo cual, determinado por el vocabulario utilizado, se han determinado cuatro zonas distintas desde el punto de vista lingüístico: nortina, central, sureña y Chiloé. Así encontramos que mientras en la zona nortina se habla de la cucarda, el pichel, la batea, andar calato, en la zona central estas expresiones corresponden al
hibisco, el jarro, la arteza y andar en pelota, respectivamente. En la zona sureña proliferan las voces de origen mapuche, en la zona central se observan voces como colloy, collofe (cochayuyo), y en Chiloé, voces como colle (color café oscuro), murque (harina tostada), collulla (araña pequeña), siendo esta última zona la que presenta un carácter más arcaico. A nivel de la fonética, la variación es sobre todo de entonación y no se observa mucho cambio a nivel morfosintáctico.
Con respecto al nivel cultural del hablante y su actitud podemos distinguir 4 variantes normativas del habla: culta formal, culta informal, inculta formal e inculta informal. Por ejemplo: observamos que el hablante culto en situaciones formales dice “bofetada” y en situaciones informales dice “charchazo”. En el habla culta informal se observa, además, la perdida de la “d”, entre vocales (cansao por cansado); perdida de la “d” al final de la palabra (verda en lugar de verdad); asimilacion de la “r” a la consonante siguiente (canne en vez de carne); simplificación de los grupos consonánticos (refalar en vez de resbalar), la pronunciación del grupo “tr” con la “r” asibilada (teatro por de teatro), la abreviación de voces (tele en vez de televisión), adición sistemática de la “g” ante la “u” en diptongo (güevo en lugar huevo), asimilación (viciversa en vez de viceversa); disimilación (comisería en vez de comisaría); tendencia a evitar el hiato (alcol en vez de alcohol).
Por otro lado, el hablante inculto con frecuencia recurre a la coa (jerga de los delincuentes chilenos), y dice choriar por robar, tira por policía civil, cana por cárcel, etc. El habla informal, y sobre todo inculta, posee muchas expresiones groseras (tabúes) de carácter sexual y escatológico. Caracterizado también por utilizar la muletilla güevón. Se observa también la confusión de la “l” con la “r”, ante consonante (cardo en vez de caldo), al final de una palabra (calol en vez de calor); sustitución de “p” por “k” ante “t” (acectar en vez de aceptar); acumulación de cambios fónicos en una misma palabra (triato en vez de teatro); vocalización de algunas consonantes en posición preconsonántica (paire en vez de padre). El habla inculta informal, junto con el habla culta informal, son las que más representan la herencia andaluza en el español de Chile. Pero al mismo tiempo el habla inculta informal es la que más se aleja del español estándar. Existe además el uso excesivo de diminutivos afectivos en una conversación cotidiana, para el uso de tanto personas como también para objetos, asi está el vinito, pancito, tecito, etc. Una particularidad propia de Chile, es la alteración de la palabra “pues”, esto de sa en muchos países latinoamericanos, pero solo en nuestro pais se altera en “poh” y se usa de manera desmedida, como muletilla.
Otra característica muy notable del español chileno es su voseo particular, en el cual podemos hacer tres distinciones en el uso del segundo pronombre personal singular, siendo entonces usted, tú y vos. Cada una de estas distinciones se diferencia en la simetría entre hablantes, siendo usted utilizado en relaciones asimétricas, tú en situaciones simétricas de confianza y vos donde la relación es simétrica pero la confianza es extrema. La aceptación del voseo ha sido motivo de muchas investigaciones, llegando al acuerdo que fue inicialmente aceptado, por integración española, luego erradicado de las clases más elevadas por voluntad de Andrés Bello y luego, hasta el día de hoy, aceptado nuevamente por las clases medias y altas. Las conjugaciones referidas a vos, tienen la misma raíz a aquellas relacionadas al vosotros español, pero con la omisión del último fonema /e/ agregándole además la aspiración de la /s/, ej: querih (quereis), sabih (sabeis).
Para entender el dialecto chileno, es necesario además de todo lo que se ha explicado, conocer algunas palabras propias de la región, donde se agradece el aporte de idiomas nativos como el mapudungun o el quechua, pero principalmente palabras de origen europeo que llegaron a Chile a mediados del siglo XIX, donde destaca principalmente el inglés. A la comúnmente usada palabra “cachai” (del verbo cachar), se le ha asignado dos procedencia de igual importancia y validez. Según algunos estudios, proviene de la palabra “catar”, de similar significado, donde el tiempo y la evolución de los hablantes habrían echo derivarla en un vocablo específicamente juvenil. Otro camino, es designarle al verbo “cachar” como una adaptación del inglés “to catch” que quiere decir, entender, captar, manejar, etc. Muy similar la historia de “te tinca”, que proviene del verbo pensar en ingles “think”.
En el idioma español propiamente chileno, se percatan errores de dicción que sobresaltan en el cono americano, marcando de alguna manera una identidad que encasilla a los chilenos como los hablantes más propensos al error. Estos los detectamos con los conocidos Vicios del lenguaje, que son formas inadecuadas de la construcción del lenguaje, que a la postre, darán como resultado un mal entendimiento en la comunicación.
Entre los más recurrentes del dialecto chileno se encuentran:
1. Apócope: es el corte informal de una palabra.
Ej: - “La Pame se fue en bici”
“Dejé en el cole mis tillas”
2. Coprolalia: significa hablar inmundicias, y se refiere a garabatos, groserías y palabras soeces. El vicios no es decirles, sino hacerlas partícipe de una conversación en donde son innecesarias, se encuentren fuera de lugar o se usan de manera exagerada
Ej. - “Que tetas mas ricas por la mierda”
3. Pleonasmo: es la repetición innecesaria, una redundancia.
Ej. “Me voy yendo”
4. Solecismo: es general es la errada conjugación verbal o mala sintaxis en la frase.
Ej. - “Tu soy el que tiene que ver eso” (Este es el ejemplo mas común).
5. Ultracorrección: modifica las palabras y altera la dicción con la propósito de hacerlo más creíble y representar una status social más elevado de forma errónea
Ej. - “Te paso la toballa ahora”.
Bibliografía
Pountai C. (2001). A history of the Spanish language through texts. Edición ilustrada. Publicado por Routledge.
Rosenbalt A., Tejera M. J. (2002). El español de américa. Publicado por Fundacion Biblioteca Ayacuch
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Contreras, M. (2000). Criollismo lingüístico en el español de Chile del período colonial. Estudios Filológicos, N° 35, pp 41-59. Recuperado de: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0071-17132000003500003&script=sci_arttext
Rabanales, A. (2000). El español de Chile: Presente y futuro. Onomazein: revista de Lingüistica, Filología y Traducción, vól 5, pp 135-141.
Blogger. Los vicios del lenguaje. Recuperado el 18 abril 2009 en http://mariajulialabrin.blogspot.com/2009/04/los-vicios-del-lenguaje.html